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Clasificación: 2.ª trimestral 2018
Pese a que la tasa de pobreza mundial se ha reducido a la mitad desde el año 2000, en las regiones en desarrollo aún una de cada diez personas, y sus familias, sigue subsistiendo con 1,90 dólares diarios y hay millones que ganan poco más que esta cantidad diaria. (ONU, 2015) Si bien podemos reconocer avances significativos en el combate a la pobreza, aún quedan retos importantes por enfrentar sobre todo en países de Asia oriental, África subsahariana y América Latina.
Pobreza en México: un panorama complejo
México es la décimo quinta economía más fuerte del mundo pues representa cerca de 1.54% de la economía en el ámbito global, y la segunda más fuerte en América Latina; superada sólo por Brasil. (Banco Mundial, 2017) Entre 1970 y 2015 el Producto Interno Bruto (PIB) pasó de 35.5 billones de dólares a 1.15 trillones de dólares (Banco Mundial, s/f) lo que se podría traducir diciendo que hoy la economía mexicana es 40 veces más grande que en 1970. (ver Tabla 1).

Ahora que, pese al aparente crecimiento macroeconómico, el número de personas en el país que viven hoy en pobreza es mayor que el número total de habitantes que había en 1970. En ese año, vivían en México poco más de 48 millones de personas (INEGI, 2015), mientras que en la actualidad poco más de 53 millones de personas viven en pobreza multidimensional (CONEVAL, 2017) y 7 de cada 10 personas en el país tienen un ingreso laboral inferior al costo de la canasta básica familiar. (CONEVAL, 2018)
Desde que terminó la Revolución Mexicana el gobierno creó servicios sociales, agencias públicas, leyes y reglamentaciones que buscaban atenuar las carencias de las personas para reducir la desigualdad. Y así ha continuado a lo largo de nuestra historia contemporánea. Desde distintos enfoques y mediante diversas estrategias, el Estado Mexicano ha destinado parte importante de su presupuesto para la disminución de la pobreza: tan sólo entre 1996 y 2014 el gasto programable en la función de desarrollo social pasó de 13.4% a 20% del PIB, con un presupuesto de 3.4 mil millones de pesos. (SEDESOL, 2014) Sin embargo, en el mismo periodo,a pesar del incremento en el gasto de desarrollo social, el porcentaje de personas viviendo en pobreza se ha mantenido constante.
Entonces, ¿por qué, aunque ha habido políticas para reducir la pobreza no han servido como habría de esperarse? La respuesta es compleja, pues debemos considerar una amplia variedad de factores que van desde los cambios que ha habido en las políticas económicas y de mercado; hasta el uso clientelar de programas sociales con fines electorales. Sin embargo, el objetivo de este artículo es hacer énfasis en dos aspectos fundamentales que, bien atendidos, pueden brindar conocimiento relevante para enriquecer las políticas de reducción de la pobreza que se implementen a futuro: las concepciones alrededor de la pobreza y la psicología de escasez.
Pobreza: lo que no se puede medir no se puede mejorar
La manera en que se define la pobreza determina la forma en que se le atiende. Y como con muchos otros temas, las concepciones alrededor de la pobreza han variado a lo largo del tiempo.
Uno de los primeros esfuerzos por medir la pobreza en la historia reciente tuvo lugar en Inglaterra de fines del siglo XIX, donde la revolución industrial había sido acompañada por las pérdidas de empleo y los medios de subsistencia. Las primeras aproximaciones identificaron la pobreza desde una perspectiva nutricional: ser pobre significaba no tener acceso a los requerimientos nutricionales para desarrollarse adecuadamente.Posteriormente se comenzó a hacer énfasis en los medios de producción o poder adquisitivo para asegurar una nutrición adecuada: ser pobre significó no tener los ingresos necesarios para alimentarse adecuadamente o para cubrir las necesidades básicas. (Dufflo, 2012)
Durante las décadas de los años 60 y 70 la pobreza comenzó a entenderse la pobreza como un fenómeno multidimensional. Según este enfoque lo que determina si una persona es clasificada como pobre o no pobre no es su poder adquisitivo, sino qué tan lejos de los estándares sociales se encuentren sus condiciones observables de vida. (Bazán Ojeda, Quintero Soto & Hernández Espitia, 2011)
En la década de los 90, el ahora destacado premio Nóbel de economía, Amartya Sen, definió la pobreza desde un enfoque de capacidades: en este sentido la pobreza se entiende como la ausencia de capacidades básicas que le permiten a cualquier individuo insertarse en la sociedad, mediante el ejercicio de su voluntad. (Sen, 1992) En consecuencia, la pobreza no es cuestión de escaso bienestar, sino de incapacidad para conseguir bienestar precisamente debido a la ausencia de medios. (Bazán Ojeda et al, 2011)
El enfoque de nutrición-ingresos sobre la pobreza prevaleció durante prácticamente el resto del siglo XX y no fue sino hasta mediados de la década del 2000 que el Estado Mexicano creó, a través de la Ley General de Desarrollo Social, el primer organismo gubernamental con la función específica de definir y medir la pobreza: el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).
Esto quiere decir que, a México le tomó casi un siglo desarrollar un marco conceptual y un sistema de medición que le permitiera identificar quiénes son, dónde están y en qué condiciones se desarrollan las personas que viven en pobreza. La falta de conceptos claros y de información precisa puede llevar a los gobiernos a invertir grandes proporciones de su presupuesto a atender problemáticas con poca eficiencia o en lugares en los que no se necesitan ciertos apoyos.
Actualmente la definición de la pobreza en México considera las condiciones de vida de la población a partir de tres espacios: el del bienestar económico (necesidades asociadas a los bienes y servicios que puede adquirir la población mediante el ingreso); el de los derechos sociales (las carencias de la población en el ejercicio de sus derechos para el desarrollo social); y el del contexto territorial. En este sentido, la población en situación de pobreza multidimensional es aquella cuyos ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y los servicios que requiere para satisfacer sus necesidades y presentan carencia en al menos uno de los siguientes seis indicadores: rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación.(1)
Las mediciones del CONEVAL representan un avance clave y permiten dimensionar el problema de la pobreza. Actualmente, desde el enfoque alimentario, 2 de cada 10 mexicanos no tienen acceso a una nutrición adecuada por falta de dinero; desde el enfoque multidimensional, 4 de cada 10 personas viven en pobreza, y desde la perspectiva de ingresos, 7 de cada 10 mexicanos no tienen ingresos suficientes para cubrir el costo de la canasta básica.
Así pues, la perspectiva que los gobiernos asuman en torno a la pobreza definirán si sus esfuerzos se centran en facilitar el acceso a la alimentación; por ejemplo, por medio de servicios de asistencia alimentaria e incremento de los salarios. O bien, si optan por facilitar bienes y servicios. En todo caso, las perspectivas más que ser antagónicas son complementarias e indican que, al momento de hacerle frente a la pobreza, es necesario contar con una mirada amplia, definiciones claras y datos confiables.
La psicología de la escasez: una nueva mirada sobre la pobreza
De las personas que viven en pobreza suelen decirse cosas como que son pobres por que quieren; que no se esfuerzan (2) lo suficiente para mejorar su condición de vida; o que años de haber implementado políticas asistencialistas en México han creado generaciones de “mantenidos”.
No es difícil encontrar, por otro lado, testimonios de servidores públicos haciendo referencia a experiencias fallidas en programas diseñados para reducir la pobreza; desde casos donde las mismas familias llevan años recibiendo despensas o participando en programas de capacitación para el autoempleo; hasta aquellos en que los beneficiarios de algún programa venden los apoyos recibidos, como animales de traspatio o materiales de construcción.
Muchas de las veces dichas experiencias llevan a la conclusión de que los programas asistenciales, en lugar de ayudar, perjudican y perpetúan la pobreza. Y si bien es cierto que históricamente estos programas han sido en ocasiones manipulados por intereses políticos, nuevos descubrimientos en el ámbito de la psicología nos pueden ayudar a entender mejor por qué algunos programas fallan.
Para muestra pongamos un ejemplo. Imaginemos el caso hipotético de Juan N., titular de X dependencia gubernamental. Su agenda normalmente no tiene espacios libres e incluso los fines de semana le dedica bastantes horas del día al trabajo. Su teléfono suena constantemente y recibe correos todo el día. Su equipo con solicita con frecuencia reuniones de trabajo con él, cada una de ellas importante. Los medios de comunicación lo buscan incesantemente para dar declaraciones sobre tal o cual tema. En medio de este típico contexto de trabajo, enfrenta una fecha límite para entregar su planeación presupuestal anual. Mientras más se acerca la fecha de entrega, más tiempo le dedica a dicha tarea, a costa de desatender otras: atiende menos llamadas telefónicas, acumula correos en su bandeja de entrada, planea menos reuniones no relacionadas con el presupuesto y pasa más horas en la oficina. Delega otros asuntos importantes que van surgiendo y comienza a cancelar citas con otras instituciones. Su mente está totalmente enfocada a terminar la planeación presupuestal: sin eso, no podrá trabajar el próximo ejercicio fiscal.
Duerme menos durante esos días y tiene angustia de no terminar. Se vuelve irritable y no es tan paciente como antes. Además de todo esto, debe atender asuntos personales, como asistir a las reuniones en la escuela de sus hijos o por fin ir al dentista a atender un dolor de muela.
¿Suena familiar? ¿Cansado sólo de leerlo? Este ejemplo hace referencia a la escasez de tiempo. La psicología de la escasez (Mullainathan & Shafir, 2013) podría decirnos que una persona que viva una situación similar a la de Juan N. seguramente experimentaría alguna de las siguientes consecuencias:
- Juan N. comienza a tener problemas para poner atención en asuntos que no están relacionados con el presupuesto y retener información relacionada a esos otros asuntos;
- La falta de atención lleva a Juan N. a presentar más distracciones que de costumbre, desde perder documentos u olvidar dónde dejó las llaves del coche o fechas de reuniones;
- De repente Juan N. tiene problemas para controlar sus impulsos: come más alimentos chatarras, comienza a fumar más que antes y seguramente se vuelve más irritable ante las cosas que lo molestan.
- Juan N. se ve en la necesidad de cancelar otra vez su cita con el dentista para cuando tenga más tiempo.
- Finalmente, Juan N. comienza a sentirse más cansado que antes y cuando llega a casa lo único que quiere es ver un poco de televisión y que nadie lo moleste.
En una situación de escasez cualquier persona puede presentar las mismas reacciones arriba descritas. El problema es que una vez que Juan N. entregue su planeación presupuestal puede volver a funcionar como antes. Sin embargo, en el caso de la pobreza es escasez constante y, por tanto, las reacciones no desaparecen. No es fortuito que en contextos de pobreza haya más conductas asociadas a la falta de control de impulsos, como violencia, consumo de alcohol y embarazos adolescentes.
Un estudio realizado con agricultores en la India (Mani, Mullainathan, Shafir & Zhao, 2013) reveló algo aún más asombroso: los investigadores midieron el coeficiente intelectual de los agricultores al terminar la cosecha y meses después, justo antes de volver a cosechar. Para entender mejor este caso es necesario aclarar que la economía de los agricultores está ampliamente determinada por los ritmos de la cosecha, así que cuando terminan de cosechar y vender su producto tienen gran afluencia económica, mientras que los meses previos a la cosecha apenas alcanzan a estirar los remanentes de la última venta. Los resultados fueron sorprendentes: la misma persona tenía una disminución de 13 puntos en su coeficiente intelectual en la temporada de pre cosecha comparado con sus mismos resultados justo cuando acababa de vender su producto (es decir, cuando tenía más dinero).
Así como estos casos, la psicología de la escasez ha demostrado que cualquier persona, en un contexto de privaciones, puede sufrir las mismas alteraciones en su conducta y funcionamiento mental: enfoque excesivo en el presente, fallas en el autocontrol y postergación de tareas importantes. Todas estas características pueden agravar la pobreza o limitar la salida de ella. El problema es que los programas y políticas de reducción de la pobreza no suelen tomarlas en consideración.
Por poner un ejemplo, hay programas para crianza de animales de traspatio o huertos familiares, mismos que se cree que se podrán reproducir y vender en el futuro. Sin embargo, el excesivo enfoque en el presente, producto de la psicología de la escasez, hace que las personas prefieran vender ahora lo poco que tienen en lugar de esperar meses o años, tiempo en el que teóricamente habrían ganado más dinero. Pasa lo mismo con las estrategias de ahorro e inversión. A ello se suma además el hecho de que, en la pobreza, el dinero se requiere en el presente más que en el futuro.
La perspectiva de la psicología de la pobreza ofrece la oportunidad doble de ampliar nuestro entendimiento sobre ésta y la manera de enfrentarla. Ahora que, más allá de poder definir quiénes viven en dicha situación, necesitamos además comenzarnos a preguntar qué le hace a la gente y qué características hay en el contexto en el que viven las personas en esta condición que pueden estar alterando su comportamiento y decisiones. Por su parte, la reflexión sobre este tema obliga a replantear las estrategias que utilizamos para facilitar bienes y servicios a las personas en pobreza a fin de identificar si, efectivamente, las estamos aplicando adecuadamente.
Conclusión
Diseñar políticas que verdaderamente permitan a las personas mejorar sus condiciones de vida requiere contar con información clara y precisa de quiénes viven en tal condición y dónde están; pero además requiere replantear cómo se implementan. Asimismo se debe tomar en cuenta el comportamiento de las personas en contextos de escasez, para asegurar que lejos de invertir esfuerzo y dinero en programas que terminan siendo abandonados por los beneficiarios o que no cambian en realidad sus condiciones, buscar que cada peso invertido por los gobiernos sea un peso que, efectivamente, sirva para mejorar la vida y garantizar los derechos de más de 50 millones de mexicanos.
Referencias
Banco Mundial (2017) Gross Domestic Product 2016. World Development Indicators Disponible en http://databank.worldbank.org/data/download/GDP.pdf
Banco Mundial (s/f) GDP (current US$). World Bank national accounts data, and OECD National Accounts data files. Disponible en https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD?end=2016&locations=MX&start=1970
Bazán Ojeda, A.; Quintero Soto, M. L.; Hernández Espitia, A. L. (2011) Evolución del Concepto de Pobreza y el Enfoque Multidimensional para su Estudio. Quivera, vol. 13, núm. 1, pp. 207 – 219.
CONEVAL (2018) Ingreso, Pobreza y Salario Mínimo. Disponible en https://www.coneval.org.mx/SalaPrensa/Documents/INGRESO-POBREZA-SALARIOS.pdf
CONEVAL (2017) Medición de la Pobreza en México y en las Entidades Federativas 2016. Disponible en https://www.coneval.org.mx/Medicion/MP/Documents/Pobreza_16/Pobreza_2016_CONEVAL.pdf
INEGI (2015) Censos y Conteos de Población y Vivienda. Tabulados Básicos.
Mani, A., Mullainathan, S., Shafir, E. & Zhao, J. (2013) Poverty Impedes Cognitive Function. Science Vol. 341
Mullainathan, S., Shafir, E. (2013) Scarcity: Why Having Too Little Means Too Much. Times Books, New York.
OECD (2018), Hours worked (indicator). doi: 10.1787/47be1c78-en
ONU (2015) Objetivos de Desarrollo Sostenible. Disponible en https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/poverty/
SEDESOL (2014) Indicadores Básicos del Sector de Desarrollo Social. Disponible en http://www.sedesol.gob.mx/work/models/SEDESOL/Resource/143/1/images/c5.pdf
Sen, A. (1992) Sobre conceptos y medidas de Pobreza‖, en Comercio Exterior, Vol. 42, Núm. 4, México.
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(1) Lineamientos y criterios generales para la definición, identificación y medición de la pobreza. Publicados en
el Diario Oficial de a Federación el miércoles 16 de junio de 2010.
(2) Esta idea es claramente incorrecta: según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico, México es el país miembro en el que más horas al año trabaja la gente (2 mil 255 horas), casi el
doble del promedio de los países miembros (1 mil 763). (OCDE, 2018)